
La fiesta estuvo muy bien, después de mil y un contratiempos conseguimos llegar al Centro Cívico de Mobile dónde se celebraba el evento. La cosa empieza con la presentación de los miembros de la organización (como una cofradía de Semana Santa) en el auditorio. Dentro de la misma cofradía los integrantes se dividen en Floats (flotas, la de nuestro amigo era “It's a small world after all” ' Es un mundo pequeño al fin y al cabo-) y cada una en habitaciones (La nuestra era Thumbelina -Pulgarcita-)). Las floats se refieren al grupo que desfila unido en una misma carroza, y la habitación se refiere al guateque que montan dentro de cada uno de estos subgrupos. Sé que suena un poco lioso pero es que no hay otra manera de explicarlo.
Una vez hechas las presentaciones, los “cofrades” y sus invitados se retiran a sus diferentes habitaciones, que no son sino salones más o menos amplios dónde se han montado bufetes libres de comida y bebida. Al principio nos habían dicho que se preveía la asistencia de unas 7.000 personas y nos esperábamos palizón de gente al más puro estilo de una macro fiesta de Nochevieja pero no sé si fue una exageración o si la lluvia echó para atrás a la gente pero diría que el aforo final estuvo más cerca de las 3.000 personas que otra cosa.
Había dos o tres escenarios pequeños diferentes y luego el grande en medio del auditorio dónde se había hecho la presentación anteriormente (Roll Call). Pero en las habitaciones no había música. El ambiente era muy festivo, esmoquin obligatorio para los chicos, los cofrades debía de ir vestidos todos iguales (dentro de cada flota) y las mujeres (que no pueden pertenecer a la organización, tal y como ocurre con muchas cofradías) de vestido de noche.
Jamie y yo disfrutamos del ambiente y la experiencia y aunque pueda sonar mal el decirlo de no tener a los niños, no había nadie a quien vigilar para que no se pierda o de un trompazo, dar de beber y comer, cambiar el pañal, acompañar al baño, etc.. Pudimos charlar entre nosotros sin ser interrumpidos ni tener que repetir la misma frase siete veces, hacernos arrumacos y movernos a nuestro antojo de salón en salón. Los peques se quedaron en casa con mis suegros que bajaron a echarnos un capote para la ocasión. En definitiva que pasamos un buen rato aunque tampoco lo catalogaría del fiestón del siglo. Como por no llevar, no llevé ni cámara el reportaje fotográfico lo anoto en el debe, así como la historia del carnaval y sus tradiciones en el sur de Estados Unidos.