
El otro día, en plena fiebre de decaraciones navideñas los Bexley nos regalaron un set de un nacimiento de cerámica que por otro lado no es el odorno más común por estos lares, lo más habitual es el árbol en casa y todo tipo de adornos luminosos en la fachada. Estas últimos son realmente llamativos y los hay de todo tipo, simples luces blancas en los perfiles de la vivienda, lámparas que marcan el caminito hasta la puerta principal, pasando por el elenco de muñecos tales como Santa Claus, Rudolf, Snowman y muchos más en el jardín frontal. Prácticamente todo el mundo adorna su vivienda y es bastante curioso el pasear por el barrio viendo las diferentes casas con sus luces y demás.
Pero como os decía al principio, la Navidad a pesar de ser una fiesta de marcado componente religioso y de encotrarnos sin duda en uno de los paises occidentales de mayor fervor religioso, no hace del tradicional belén su adorno por antonomasia, sino que Santa Claus cuyo nombre no figura por la Biblia en ningún lado, es el principal protagonista. Y hasta tal punto llega eso que cuando noté que en nuestro nacimiento los tres Reyes Magos eran... ¡blancos!, lo atribuí a un error de empaquetado donde alguna de las figuras estaría repetida, pero no, eran tres reyes distintos, cada uno con un tocado diferente pero todos de raza blanca.
Como os podéis imaginar en un caso como éste la reacción inicial es empezar a despotricar contra los "americanos" por no respetar las tradiciones más elementales, pero como nada en la vida es blanco ni negro, uno se empieza a plantear si el equivocado es él; porque cuando se tiene la suerte de experimentar intensamente otras y enfrentarte a diferentes tradiciones y estilos de vida, se debe desarrollar un mayor sentido de la tolerancia y la pluralidad que permita aceptar las nuevas situaciones y ver que estar equivocado no es el fin del mundo, sino una oportunidad para empezar a tener razón o como mínimo, ampliar un poco tus miras.
Después de sacudirme los prejuicicos culturales y de tratar de evaluar los datos con la mayor objetividad posbile (y la inestimable ayuda del profesor Google) os he de comunicar que lo de que uno de los ¿reyes? magos fuera negro no aparece respaldado por la Biblia, que indudablemente es el libro dónde se cuenta la historia original del nacimiento de Cristo. Sin aburriros con estudios históricos sobre la evolución de esta tradición, la interpretación de textos antiguos y demás, me atrevo a deciros que Baltasar no era necesariamente negro y que el Belén que tenemos en casa, aunque atribuido en un primer momento a un miembro del Ku Klux Klan con una fábrica de estatuillas de cerámica, puede ser tan acertado o más que los que venden en la Plaza Mayor de Madrid.
Al parecer, a lo largo de la historia la figura de los Magos de Oriente ha ido surgiendo modificaciones, transformaciones y adaptaciones conforme a los hallazgos e interpretaciones de los historiadores del momento, o las necesidades de la S.M.I. (para los que no estén puestos en esto de los acrónimos la Santa Madre Iglesia) hasta llegar a nuestros días. En mi generación todos recordamos a ese Baltasar con la cara pintada de negro porque no había un representante de esa raza que pudiera hacer el papel de Rey "Negro" lo que visto desde aquí no deja de ser un tanto especial, por decirlo finamente. En definitiva que se trata de algo puramente cultural y que eso no quiere decir que sea del todo acorde con la más estricta realidad, sino simplemente comúnmente aceptado en un cierto entorno social o geográfico.
Como a pesar de que uno tenga la mente abierta tambien tiene hijos pequeños y alguna tradición entrañable apetece tener en estas fechas, lo que no pienso cambiar la noche del 5 de enero es lo de dejar unas galletas y una copita al lado de los zapatos para los Reyes, ayudantes y camellos.
¡Felices Fiestas a Todos! y cuidado con las cenas de oficina este fin de semana que aunque el jefe nos lleve dando por el..... todo el año, tampoco es cuestión de devolvérsela en Navidad, o por lo menos no todos a la vez.