lunes, 10 de octubre de 2011

¡Kowalsky! opciones.

La opción de elegir, la libertad de decidir, que bonita suena. Aunque yo ya nací en un país prácticamente democrático o en transición a serlo, la época del régimen quedaba tan próxima que he tenido la oportunidad de conocer por boca de quienes las sufrieron de primera mano historias tremendas de lo ocurrido durante ese periodo.

Recuerdo por ejemplo a mi padre contándome que el poema que estaba estudiando en mi clase de lenguaje había sido prohibido en su momento o también, que mi bisabuelo le llevaba al rastro a comprar libros censurados y cómo se los tenía que esconder bajo la ropa después de haberse adentrado en la trastienda de una vieja librería y preguntado por cierto ejemplar como si estuvieran comprando drogas o un pasaporte falso. Ni que decir tiene que a mí me sonaba a ciencia ficción y me resultaba imposible imaginar que comprar un libro pudiera estar prohibido.

Volviendo a nuestro caso y aunque ésto ya no es tan impactante como lo hubiera sido hace diez o quince años, aún a día de hoy a ciertas diferencias con EE. UU. en lo que voy a contar a cerca de la diversificación de bienes de consumo y la multitud de opciones en variedad de producto y marcas disponibles para el consumidor. El otro día fui a comprar a Wal-Mart y Jamie me pidió que le trajera champú para el pelo, me lo pidió cuando ya salía por la puerta y según lo anotaba en mi flamante teléfono nuevo (esta es la aplicación que estoy probando para listas de la compra) pensé, Houston tenemos un problema, o en su versión más ibérica, estamos jodidos.

Cuando hago la compra tengo mi sistema, supongo que como cualquier persona, el mío consiste en anotar lo que haya que comprar en el orden en que lo voy a encontrar en mi ruta dentro de la tienda y tratar de trazar el itinerario más corto posible que una todos los puntos dónde están los productos que necesito, y la droguería esta al principio de mi lista.

Al llegar al champú fue cuando mi pesadilla se hizo realidad, había chorrocientas marcas diferentes de champú pero ahí no me pillaron porque sé que el de Jamie es una botella de color negro así que localizo la sección de botellas negras y comienzo a mirar etiquetas y ahí sí que te empiezan a temblar las piernas, primero están las esencias, los hay de melocotón, de pepino, de lavanda, natural, etc…; también está la composición, por ejemplo con o sin suavizante incorporado, por supuesto el tamaño, quieres el familiar o el normal, o quizá el normal con 33% más de producto que está en oferta; y por último cuando ya estas llorando en el suelo sintiendo palpitaciones en el pecho te dan la puntilla, que tipo de pelo tiene Jamie, teñido, seco, dañado, suave, rizado, normal, largo. En fin que el próximo día me veo como el del chiste del papel higiénico, le cortaré a Jamie un mechón de cabello y me lo traeré a la tienda para acertar seguro, me pregunto si podrían sacar champús para diferentes tipos de ADN… anda calla y no les des ideas, no les ideas.

En fin que la variedad y la libertad de elegir son formidables, especialmente en ciertos contextos y más cuando se viene de no poder elegir en nada, pero creo que a veces puede rayar en la estupidez (658 articulos encontrados para la búsqueda de la palabra shampoo en Wal-Mart, a-c-o-j-o-n-a-n-t-e ).

2 comentarios:

Nana dijo...

Estoy de acuerdo contigo ... demasiadas opciones. ¿cómo se le podría explicar esto a una de las personas que mueren de hambre en el último mundo? ¿Qué aporta a la evolución de la humanidad todas esas opciones? ¿quizá nuestro cerebro evolucione más rápido sometido a tanta presión para elegir un champú? ¿qué diria Darwin? Sería gracioso si no fuera por esas personas que no tienen nada ... porque desde ahí es injusto, grotesco y trágico. ¿qué mundo estamos haciendo?

Unknown dijo...

Pues en el tercer mundo estamos haciendo un mundo con opciones de mierda como por ejemplo: sida, malaria, genocidio, malnutrición, deshidratación, disenteria...