
El otro día fuimos al Mall (centro comercial) a cambiar unos zapatos de los niños y allí montamos a Ethan en una colchoneta con un arnés y unas gomas que le permitían saltar que no veas. Pero la imagen fue la pobre Sophia que también quería subir y empezó a quitarse los zapatos y a prepararse, estaba tan dulce allí sentada sacándose las sandalias y apuntando con el dedo a la colchoneta, daban ganas de comérsela.
Hay otra historia de centros comerciales que se me quedó en el tintero en su momento y que aprovecho para contaros ahora. En el mes de agosto estando Leona con los niños fuimos al mall muy temprano, tanto que aunque estaba abierto el recinto las tiendas aún estaban cerradas.

Mientras esperábamos frente a una de ellas vi a una señora mayor que se dirigía enfilada hacia nosotros a buen ritmo. Yo pensé, esta tía o no vé que la tienda esta cerrada y se va a estampar contra la puerta, o me va a pegar un cabezazo a lo Zidane en todo el pecho. Al final y cuando ya me disponía echarme a un lado, tomó una curva casi derrapando delante nuestro y prosiguió su presuroso caminar hacía otro sitio. Fue entonces cuando me dí cuenta que detrás de ella venían mas personas mayores en grupos de 2 o 3, o incluso solas caminando de la misma manera y comprendí lo que sucedía. Resulta que como no hay parques propiamente dichos para caminar y aunque los hubiera, el calor y la humedad supondría un riesgo tremendo para estas personas, ellos se vienen al centro comercial que tiene aire acondicionado a caminar un ratito todos los días siguiendo las recomendaciones del médico. Al final resulta que los centros comerciales no son herramientas del demonio consumista sino entidades privadas que cumplen con una labor social, como la ONCE que enseña a los ciegos a jugar al fútbol con cascabeles a costa de llenar España de ludópatas.
1 comentario:
Esto es un centro comercial para chavales y no el Xanadú :p
Saludos y abrazos madrileños
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