
La noche anterior y puesto que no tenemos cortacésped propio, hablé con mi amigo Bex y me pasé por su casa a recoger el suyo. Después de desparramar 1 galón de combustible en el suelo de mi furgo me traje el bicho a casa. La excitación era enorme y nada más bajarla del maletero me dispuse a ponerla en marcha y sentir todo su fuerza cortadora bajo mis manos. Le dís al cebador, uno, dos, tres, tiramos de la correa y nada. Bueno eso es que he tirado despacio, como cuando pasas la tarjeta para pagar gasolina pero tienes que ser más rápido que Juan Tamariz o sino no te la lee. En fin que tiré otra vez y otra, y venga y dale, paro un momento y le pego unos cuantos tirones más. Miro alrededor, no hay vecinos mirando así que vamos otra vez. Después de unos cuantos intentos lo único que conseguí fue atascar la correa dentro de la máquina y una calorina de mil demonios.
Al rato salió Jamie a ayudarme pero no había nada que hacer. Además como era martes por la noche (?!?!) mi vecino de al lado, que es un manitas, estaba en misa; mi suegro me dice que siga intentándolo que eso se desatasca sólo, Jamie y mi cuñada que había venido de visita buscando soluciones en Google y yo como un idiota tira que tira de la correa. En esto que alguien viene y me rocia con un spray asfixiante por encima, y yo me digo, ya está han llegado los de Al-Qaeda con las armas químicas, no, era Jamie con un spray antimosquitos, le agradezco el gesto pensando, eso es para los niños, yo soy un machote. Al día siguiente tenía la espalda, las piernas y los brazos como un cráter lunar en plena efervescencia volcánica.
En resumen que como para todo hay que aprender, al final vino mi amigo Bex al rescate, tiro de una palanquita que se había desprendido en el traslado y arranco la maquina en un periquete y yo con mis picaduras como un gilipollas madre....
Al día siguiente aprovechando que Ethan y Sophia dormían me corte el césped antes de desayunar mientras Jamie inmortalizaba tan emocionante momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario