Ayer tocó hacer de jardinero porque los árboles nos comían así que gracias a la ayuda de mi vecino les he metido un buen “corte de pelo”. Supongo que para los entendidos en la materia no hay misterio en las herramientas necesarias parar la tarea pero para un urbanita como yo supuso un descubrimiento.
El “chisme” era un palo muy largo con un gancho al final y una cuchilla afiladísima que se accionaba por medio de un polea cuya cuerda esta atada al otro extremo del palo. La verdad es que era mucho más efectiva de lo que pensé en un principio y me pegué una buena paliza pero el resultado fue excelente. El problema era que los árboles estaban invadiendo la zona de juego de los peques (o quizá haya ocurrido al revés si tenemos en cuenta que los árboles deben llevar 20 años aquí y nosotros 7 meses) y se nos llenaba el trampolín de hojas, además tenía miedo que en una de estas tormentas se les cayera alguna de las ramas más pesadas a los enanos en la cabeza.
Otra cosa curiosa es que la manera de disponer de los restos vegetales es amontonarlos en la calle donde un camión los recoge un par de veces al mes. El camión lleva un remolque con una trituradora donde las ramas y troncos son convertidos en serrín y lanzados al compartimento de carga del camión. Como veis otra muestra más de lo organizada que es esta gente.
Mientras me dedicaba a estas tareas de jardinero tenía a Ethan, Sophia y los hijos de los vecinos corriendo de un lado para otro. A ellos les hacía una gracia tremenda lo de las ramas cayendo de los árboles. Por cierto que aunque no hubo que lamentar ningún accidente, el tema era como lo que decía Gila de las balas y el miedo que dan. Las ramas parecían insignificantes pero cayendo desde muy alto pegaban unos golpes bastante curiosos contra el suelo y más de un sustillo me pegué.
Pero para curioso lo de los vecinos, como nuestro jardín parece el parque de atracciones con columpios, trampolines y demás pues se nos viene un par de vecinitos de una de las casas cercanas. La cuestión es que su madre se los quita de encima y nos los manda sin ningún reparo y como son pequeños (3 y 4 años) pues al final acabamos cuidándolos nosotros a todos. Aún así lo que de verdad me molestó de la vecina es que el otro día le dijo a Jamie que había estado en España y que le había dado mucha pena. Según ella fueron a comer a un restaurante y al terminar observaron consternados como la camarera recogía cuidadosamente los restos de comida y los ponía en bolsitas autosellables de esas de Ziploc (que aquí son utilizadas para todos, las he visto suficientemente grandes para meter a Ethan dentro) para comérselos luego.
La tía no tiene ni puta idea de dónde ha estado, supongo que sería algún país de habla hispana, pero es que en España ni siquiera usamos esas bolsitas, usamos tupperwares o papel de plata de toda la vida. Y aunque hay crisis tampoco me imagino que la cosa este tan mal. En fin, ésto no hace más que añadir argumentos al manido estereotipo de estadounidense ignorante y cazurro del que trato de distanciarme cada día pero es obvio que los estereotipos y generalidades no surgen de la nada. Nosotros también tenemos los nuestros por supuesto pero como a mi la que me cabrea es mi vecina...
domingo, 24 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario